El cielo estaba nublado y en lugar del sitio encantador que parecía con sol, apenas era capaz de ver un espacio siniestro lleno de muerte y dolor.
Tal vez pasaba mucho tiempo en Netflix y leía mucha novela negra.
Entré en la cocina y de nuevo el reloj, intacto, se encontraba en el suelo y tenía la misma hora: las cinco y cuarto. Algo parecido al pánico me recorrió la espalda cuando llamaron a la puerta y ya no supe si recoger el reloj o ir a comprobar quién aporreaba la aldaba con insistencia.
Acudí asustado y abrí al señor del pueblo que se encargaba del mantenimiento de la casa. Me miró preocupado. Mi cara debía delatarme.
Entró y dijo: — Me manda don Marcelino a revisar la cocina. ¡Dichoso reloj! Deberían tirarlo. Siempre se cae cuando tiemblan las tuberías y se desajustan las manillas en la misma hora. En esta casa siempre pasan cosas. ¿Le ocurre algo? ¡Parece que ha visto a un fantasma!
FIN
Las cosas no siempre son lo que parecen
Nota del autor: publicado por entregas en Instagram