El otro día, en mi barrio, había una persona poco habitual pidiendo en el semáforo.
No suelo dar ni dinero ni comida en los semáforos, ni en las puertas del mercado, ni en las puertas de las iglesias…
Intento contribuir de otra forma: banco de alimentos, organizaciones infantiles, organizaciones de alzheimer, parroquias de amigos… Siempre es poco cuando uno es afortunado, tiene techo, comida, gente que se preocupa por ti y amor a tu lado.
Es difícil de gestionar. Complejo mirar a otro lado. Estuve a punto de pararme a leer el letrero con tranquilidad, a preguntarle qué le había pasado. Vestía bien, no parecía extranjero, iba limpio y aseado. No discrimino a los que visten como pueden, son extranjeros y no tienen donde adecentarse. Simplemente son la mayoría de los que piden. Estuve tentada de preguntar su historia, de implicarme, de ayudar.
Sé de alguna amiga que lo ha hecho en alguna ocasión y todo ha terminado mal. No consiguió que se dejaran ayudar, no consiguió ser la mano amiga que todos queremos ser. Creo que quien llega hasta las últimas consecuencias es valiente, porque es una barrera dura de atravesar.
No paso por ahí a diario. No sé si estará mañana.
En alguna ocasión saltan a las noticias personas necesitadas que han encontrado una gran cantidad de dinero y la han devuelto. Hace poco ,en el telediario, una mujer en paro. Y un alma caritativa le consiguió trabajo. Esas cosas te reconcilian con la humanidad.
Otros preferimos el anonimato. A veces dejamos pan, leche y yogures al chico de la puerta en el supermercado, pero la mayoría hacemos un ingreso en el banco de alimentos que creemos que lo gestionan bien.
Muchas veces creo que la única manera de ayudar a los demás es que tu entorno esté bien. Cuidar a los tuyos, a los cercanos. Sin ese tender la mano a los próximos es imposible cuidar a los demás.
Hoy hablaban en la radio de los pobres con empleo. La cantidad de gente que tiene trabajo pero no consigue llegar a fin de mes. Cuentan y vuelven a hacer las cuentas, pero tienen que acabar prescindiendo de lo más básico hasta que vuelven a cobrar. Sin darse caprichos, sin extras. Son supervivientes en esta sociedad maltrecha, continuamente en crisis, cada vez con más desigualdades y menos derechos. Querría tener la varita mágica. Pero ni siquiera en abstracto puedo ver soluciones. ´
Tal vez leyendo su letrero entienda un poco más.