Si me ves en el metro o autobús o paseando por el barrio y no respondo, no te saludo o ni siquiera te miro… discúlpame. Estoy imaginando historias.
A veces me gustaría desconectar un poco. Dejar la mente en blanco. Ni leer ni escribir. Pero me resulta imposible.
Escribir no quiere decir sentarte delante del ordenador o del cuaderno y disponerte a teclear o a pintar páginas. No. Cuando uno tiene el vicio de imaginar historias (sí, sí; se trata de un vicio irrefrenable) es muy difícil dejar la mente en blanco y descansar.
En todo momento escribes mentalmente todo lo que se te ocurre acerca del señor que acaba de subir al autobús. Va con una nena chiquitina. Cogida fuertemente de su mano. Tanto que casi la pequeña llora. No es que pienses que la ha secuestrado. No. No estás en una serie de Netflix. Probablemente sea su abuelo y va a la guardería y la pequeña hubiera preferido quedarse en casa con su mamá y su hermanito recién nacido. O le duele la tripita y nadie le hace caso y va a la guardería y se encuentra mal y está enfadada… Miles de historias. Probablemente las que yo imagino no tienen que ver con la realidad. O puede que la realidad supere a la ficción y el señor no sea el abuelo sino un secuestrador. ¡Qué mi mente pare!
Dice Stephen King en <<Mientras escribo>>: “Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselas. No he visto ningún atajo”. Pues eso, que aunque parezca mentira, en metro y autobús se puede escribir; en noches de insomnio se puede escribir; mientras vas al gimnasio se puede escribir y cuando no escribes y no lees probablemente es porque tienes tanto escrito en tu mente, que ha llegado el momento de coger el teclado y el cuaderno (yo utilizo los dos) y sentarte cómodamente y escribir.
Después vendrá el tiempo de la corrección; de las páginas enteras borradas; de los personajes desaparecidos; de las historias imaginadas que no llegarán a ser contadas, pero el camino siempre es bonito, aunque no todos los paisajes puedan tener cabida en él.