Amalia se santiguó tres veces porque contra el Diablo una sola no bastaba.
Cuando bajaban por la calle de la iglesia el féretro con el cadáver de Pepiño, ella, tras santiguarse tres veces se dijo que no era posible.
Al llegar a la puerta de la iglesia se oyeron unos golpes sordos dentro del ataúd. Algún loco abrió y salió Pepiño dando alaridos.
Contra el Diablo nada era suficiente.