Los montañeros señalan los caminos dudosos con un montoncito de piedras que te indican por dónde seguir en caso de no tener claro cuál es el correcto.
Estaría fantástico que en la vida hubiera un montoncito de piedras (o similar) que nos marcara por dónde ir. Normalmente los padres lo hacemos con los hijos (aunque nosotros tampoco lo tengamos muy claro) e intentamos si no marcarles el camino, sí avisar de dónde están los troncos para enseñarles a rodearlos. A veces lo conseguimos y otras se golpean contra el árbol. En cualquier caso siempre se aprende.
Pero cuando tú necesitas que alguien te indique el camino o que te muestre el mejor ya de mayor es difícil. Tus padres ya no están para aconsejarte. Probablemente un terapeuta puede indicarte las mejores técnicas de relajación, concentración, autoestima y autodiagnóstico. Un amigo animarte si estás pasando por periodos de desánimo o cansancio. Tu pareja puede escucharte. Pero eres tú el que debes dar tus propios pasos.
Os cuento esto porque llevo años con una historia en la cabeza; una historia que he escrito tres veces; una historia con personajes fuertes; una historia que se supone que está a punto de entrar en su recta final en su segunda corrección… y a la vez una historia que me dan ganas de volver a meter en el cajón y volver a reescribirla una vez más. ¿Perfeccionismo? ¿Miedo? ¿Indecisión?
Probablemente se solucionaría mandándola a algún sitio de confianza para hacer un análisis de lectura pero para eso incluso tendría que estar segura.
Voy a intentar leer las señales del camino (como los montañeros) y voy a darle una oportunidad más. Voy a terminar esta segunda corrección y voy a hacer una tercera. Y decidiré. Si el camino que me marque es el correcto en unas semanas, un mes todo lo más (este año es bisiesto y tengo un día más) debería decidir su destino. Puede que con unos días de concentración y encierro tenga bastante.
Y si no, daré alguna vuelta si me aparto del camino. Y algún día se hará la luz. O no. Hay muchas historias en mi cabeza dispuestas a ser contadas. Practico con mis microrrelatos en los que doy rienda suelta a la imaginación con pocas palabras. Mis lectores me han pedido a veces que cuente más, que de más detalles, que no sea tan concisa…
Como no creo en las musas sino en el trabajo, espero que además de las piedras del camino, las luces tradicionales nórdicas en las ventanas iluminen mi pensamiento y me conduzcan a buen puerto.
Ya casi hemos cerrado enero. Esta semana le daremos la bienvenida a febrero. Siempre con los brazos abiertos y una sonrisa en los labios. Gracias por leer. Gracias por escuchar.