Cada vez conozco a más personas que no quieren escuchar ni leer las noticias diarias. Personas que siempre han querido estar informadas del día a día, de lo que ocurre en nuestro país y fuera de él.
Y cada vez las entiendo más porque no hay una sola noticia buena, ni dentro ni fuera de nuestro territorio.
Las terribles imágenes del incendio en Valencia siguen sobrecogiéndonos porque a poco empáticos que seamos, entendemos la situación de los que dicen que no saben por dónde empezar. Y todos los que han salvado la vida piensan en su fortuna, pero también en que tienen que iniciar su vida de cero. Eso sí es presente. Adiós al pasado y mejor no ponerse en un futuro incierto que no saben qué les deparará.
Seguimos en guerra y cada vez oigo a más gente hablar de que malo será que no entremos todos en conflicto. Se le ponen a uno los pelos de punta.
Sobre todo cuando nos desgranan día a día en los telediarios los triunfos de Donald Trump en Estados Unidos que si un rayo cegador no lo remedia, apunta a ser de nuevo presidente de la nación que más controla el poder económico y político en el mundo. Eso sí da miedito.
Y entonces, cuando decides apagar el televisor y centrarte en lo importante: en la cultura, en tu familia, en tus amigos… entonces la lectura puede sanarte.
Prefiero no pensar en todos los libros que tengo pendientes, en los que compro queriendo leer de inmediato, en los que se acumulan en mis estanterías nuevas y en los que descargo de la biblioteca para “oír” mientras realizo otras tareas y así poder avanzar.
El objetivo más próximo es “Al final de la noche” de Nir Baram, editado por @alfaguaraes para el @clublecturamiercolesnoche. Progresa adecuadamente, pero entre medias han aparecido libros inesperados que me ayudan en la corrección de mi novela como “Nunca delante de los criados” de Frank Victor Dawes, editado por @perifericaeditorial que fue recomendado en la radio, en @la_ser como libro curioso que circulaba en la redacción. Doy fe. Nunca lo hubiera leído pero es un estudio sociológico de los criados fundamentalmente en la Inglaterra victoriana y no tiene desperdicio. A la vez tengo pendiente “Gozo” de Azahara Alonso, editado por @siruelaediciones y “Mi año de descanso y relajación” de Ottessa Moshfegh de @alfagauraes.
A la vez me esperan “París despertaba tarde” de Máximo Huerta y “Cuando volvamos a vernos” de Isabel Arias, comprados recientemente en @lalibreriadedonaleo, editados por @editorialplaneta, que me llevarán a momentos distintos en París. Creo que estos dos los voy a dejar para Semana Santa. Para disfrutarlos como se merecen y para viajar de otra manera.
Tengo ya leído “Mirafiori” de @manuel.jabois que será nuestra lectura en el @espacioatella, en nuestro club de lectura #deleitandoletrashilvanandohistorias, con lo cual tengo los deberes hechos para el 7 de abril que será nuestra merienda literaria. Podéis apuntaros en la web de @cmorenas.
Y me gustaría dejar todo lo que estoy haciendo para leer #hacialadistanciacalma de @estherginest que presentó en @amapolaslibreria su última novela a la que debo llegar con la atención al cien por cien. Esperaré a despejar el panorama.
Eso sí, el resto de lo previsto para comienzos de año tendrá que esperar: Jane Smiley, Bonnie Garmus, Jon Fosse, José F. Estévez…
Leeré “Persuasión” de Jane Austen para #losimprescindibles de @amapolaslibreria y #Escritoras de Carmen G. de la Cueva y Ana Jarén, que he ido posponiendo demasiado y creo que me iluminará lo suficiente en algunos retoques de mi novela.
Pues sí. La lectura es sanación. Te lleva por otros caminos, te adentra en otras historias, te hace vivir otras vidas y olvidarte del día a día que nos deja últimamente este invierno gris. Gracias a la literatura por hacernos soñar. Sin ella seríamos un poco más tristes.