Elías acudía en cada fecha señalada al cementerio: cumpleaños, aniversarios de boda y defunción.
No creía en ello. No creía en la otra vida. No creía en el ritual de llevar flores a los muertos.
Pero su padre lo hacía siempre desde la muerte de su madre. Y él, aunque no creía, decidió seguir haciendo lo que hacía su padre cuando también falleció.
No tenía hermanos ni hijos ni mujer. Estuvo un tiempo casado pero fue en otra vida.
Pero ese día de frío invierno, cuando se cumplía el primer aniversario de la muerte de su padre y Elías depositó las flores de rigor sobre la tumba familiar no pudo evitar pensar en qué esquina de qué rincón entre la vida y la muerte se encontraría el bebé que murió antes de nacer y que nunca tuvo con su exmujer. A ese sí le llevaría flores.
La fecha
Su secretaria le confirmó la cita. El lunes próximo tendría que firmar los papeles. Miró la fecha en el calendario y se preguntó por un momento cómo había llegado hasta allí, cómo habían llegado hasta allí. Noviazgo, amor, una casa, tres hijos... Tal vez nunca...