Cómo ganar un premio de novela
Cada mañana Eva se levantaba a las seis. A las siete, aseada y desayunada tomaba el metro en Madrid. Cruzaba las líneas. Cada día tomaba una dirección. Escuchaba. Miraba. Pensaba. A las dos estaba de regreso a casa. Comía algo ligero y desde las tres de la tarde hasta la medianoche escribía.
Le bastaba la realidad para obtener lo mejor de su prosa. Como la vida misma.
Y ganó el Nadal. Inesperadamente. Una desconocida.
¿Os imagináis quién va a ganar el Planeta?