Cuando no vas a trabajar porque ya lo hiciste durante muchos años, los domingos por la tarde tienen otro color. Y en verano más. Pero no saboreas los lunes de vacaciones como antaño.
Recuerdo cuando iba a la oficina a horas bien tempranas que los lunes eran terribles porque acumulaban el trabajo desde el viernes por la tarde. Si tu labor tiene algo que ver con medios informativos, ni la prensa ni la radio ni la televisión paran por ser fin de semana. Y el mundo y las noticias continúan.
Por eso, si estabas en la playa o en la montaña o símplemente en tu casa de vacaciones, los lunes sabían mucho mejor.
Que conste que si aprendes a saborearlos, la vida te invita a que sigan sabiendo igual de ricos o mejor, porque puedes convertir cualquier día de la semana en lunes o domingo a tu antojo. Nada ni nadie puede reprochártelo. A veces cuando viajas tienes que tener en cuenta los domingos por la noche en los que muchos restaurantes cierran y los lunes en los que casi todos los centros culturales y museos descansan. Al margen de eso todos los días son vacaciones o todos los días son trabajo, depende de cómo te lo plantees.
Proceso de creación literaria
Hace una semana recibí una encuesta de una jovencita que está realizando un trabajo sobre el proceso de creación literaria, y una de las cuestiones era: “¿Usted cree en la existencia un horario y lugar favorable para ponerse a escribir o cualquier momento del día es ideal?”
Mi respuesta fue:
“Cualquier momento del día es bueno. A veces escribir no solo es sentarse frente al papel o el ordenador. Alguien que escribe lo hace mentalmente paseando, cuando va conduciendo o al irse a dormir. Las historias se escriben muchas veces antes de llegar al papel o al ordenador. Pero sí es cierto que es necesaria disciplina para escribir, y considerarlo un trabajo real. Hay escritores como Pérez-Reverte que hablan de escribir un folio por la mañana en el que invierten dos o tres horas y lo corrigen por la tarde en otras dos o tres horas. Más difícil que escribir es reescribir lo que ya se ha escrito, que hay que hacerlo unas cuantas veces para que las obras queden más o menos bien escritas”.
Sinceramente creo que hay que tener disciplina para escribir. El trabajo solitario de encadenar historias, vidas y personajes necesita mucho tiempo de ordenador o papel después del utilizado paseando, conduciendo o viajando en metro. Si no te sientas por sistema todos o casi todos los días (incluso en vacaciones) no es posible cerrar el círculo.
Por eso es necesario generar ese acto disciplinario para los que no tenemos que fichar ni horario fijo para nada. Los prejubilados, jubilados, desvinculados o suspendidos tenemos todo el tiempo del mundo, y aunque algunos amigos de mi entorno reconocen que están más ocupados que cuando trabajaban, otros trabajamos en lo que nos gusta teniendo que organizar nuestro tiempo como si fuéramos nuestros propios jefes (que lo somos).
A veces, por tanto, nos permitimos ciertas licencias, y esta carta que escribo al aire por si alguien que no tiene otra cosa mejor que hacer, la lee en el blog de mi web, no salió ayer por la noche, domingo, como suele ser habitual. Me permití retocarla y terminarla hoy lunes, casi fin de julio (¡Cómo corre el tiempo!) con un calor profundo en casi toda España.
¿Falta de disciplina? ¡No! Verano y ganas de leer después de un día caluroso. Dudé si escribir sobre la buena noticia de la retirada de Biden, pero la política va un poco reñida con mi verano. Cada vez que me asomo a un periódico o televisión casi huyo despavorida. Duelen las guerras que no paran, duelen los enfrentamientos y la intolerancia. ¿Íbamos a salir mejores después de la pandemia? Quiero creer en el ser humano, pero a veces cuesta. Quizá por eso la burbuja veraniega, el dejar que transcurra el domingo y el lunes. Y mañana martes ya elegiremos si es martes o vuelve a ser lunes, o nos transportamos al domingo. En la mente de una aprendiz de escritora todo es posible.