A veces no nos damos cuenta de lo rápido que corre el tiempo. Hace nada planificábamos las vacaciones de verano y ya tenemos el turrón en el supermercado.
Reconozco que me impacta la visión de los dulces navideños porque la Navidad pasó hace un suspiro. Al menos eso tengo yo en mi mente. Pero en nada han transcurrido doce meses y estamos otra vez con los villancicos.
Resulta complicado administrar y gestionar las horas diarias cuando has perdido el hábito de ir a trabajar y las rutinas te las impones tú. Cuándo escribir, cuándo leer, cuándo acudir a clubes de lectura, cuándo viajar…
Porque no te engañes; si no generas rutinas y trabajos diarios, si símplemente dejas la vida pasar, te pierdes mucho en el camino. Es cierto que no todo es tan cuadriculado como cuando tienes un horario establecido (que siempre es más del oficial), aunque la flexibilidad de organizarte tú tu propio trabajo es un lujo que no está al alcance de todos.
Pero sí, pasa el tiempo y los objetivos que un día te has marcado se van cumpliendo. Terminas tu tercera novela (que un día fue la segunda) y al ponerla en el mercado tienes que aprender tanto como a escribir y corregir. Cuando de repente ves que te escuchan, que te leen, que tienes que decidir qué hacer con tus palabras para que vayan de la mejor de las manos al mejor puerto… te entran todas las dudas del mundo.
En un mercado en el que se publican cerca de cien mil títulos anuales es difícil pensar en competir con esos títulos, esas editoriales, esos autores gigantescos cuando tú únicamente eres una hormiguita que quiere que sus historias lleguen a la mayor cantidad posible de personas, porque quieres que te lean y te gusta compartir la vida de tus personajes, el mundo que has creado para ellos partiendo de un mundo real (Sí. Escribo ficción histórica).
A pesar de todo eso la ilusión te puede y te vas a embarcar en una aventura distinta. Tú corregirás sobre lo corregido. Revisarás sobre lo maquetado. Opinarás sobre lo diseñado. Personas que saben más que tú te acompañarán en un camino tan complicado o más como el que has emprendido hasta ahora pero con la ilusión de una niña. Porque este recorrido es imposible hacerlo sin la inocencia de unos ojos que un día, de pequeña, soñaron con ver un libro publicado.
Personas que creyeron en mí ya no lo verán pero seguro que allá donde estén se alegran por mí. Doy gracias a la vida y al paso del tiempo que me hacen disfrutar de cada momento, de cada instante. Doy gracias a todos los que me ayudan en este recorrido, que son muchos. Y a mi almohada, que últimamente tiene trabajo extra cada noche entre vuelta y vuelta, pensamiento y pensamiento…
Tengo ya nuevo proyecto empezado y diseñado.
Y muchas alegrías familiares.
Entrelacemos la vida con el tiempo y en su justa medida, si sabemos administrar como la copa de un buen vino en nuestro paladar, obtendremos la receta adecuada de la felicidad.