Tal vez me adelante un poco en el calendario a las visitas a los cementerios. Por razones personales visito La Almudena de Madrid en el mes de octubre.
De joven me gustaba ir a la tumba de mi tía, que luego fue de mi abuelo y más tarde mi tío y mi abuela también fueron enterrados en el mismo lugar. Es un paisaje que siempre me ha dado paz. Y visitar cementerios en otras ciudades, en otros países ha supuesto un momento cultural más, como parte de la Historia de otras comunidades.
Desde que faltó mi padre, acompañé a mi madre a poner flores en su tumba, tanto en su aniversario como en su santo o cumpleaños. A mi padre no le gustaban las flores en las tumbas, pero a mi madre sí. Cumplo con esos deseos de mi madre varias veces al año. Ahora ya esas ciudades de muertos no me dan paz, aunque reconozco que cuando me desdoblo y soy capaz de convertirme en espectadora sí mantengo esa idea de calma y quietud que solo es posible encontrar en un cementerio.
No creo en esas visitas porque si están en algún sitio y nos están viendo o sintiendo, ya hablo con ellos en cualquier lugar. “Dios está entre los pucheros” o algo así decía Santa Teresa. Pues nuestros muertos también. Se encuentran en esa fotografía, ese pañuelo, esa sortija, ese florero o ese libro que nos acompaña cada día. Están en los recuerdos, en las anécdotas, en las bromas que nuestra memoria nos pone delante cuando menos lo esperamos.
Leí muy jovencita “La Divina Comedia” de Dante. Esos libros extraños en una edad determinada que te llevan a muchas otras lecturas. Tal vez el salto de Mujercitas al infierno fue un poco drástico, pero ahí sigo, mezclando como si se tratara de los ingredientes de un pastel literatura clásica con género romántico, novela negra con poesía y ficción histórica con literatura juvenil.
Todo aporta, todo enriquece la mente si se sabe aprender de lo que aparece ante nuestros ojos.
Y la muerte, los difuntos, el día de todos los santos o día de muertos en otras culturas, Halloween en las celebraciones infantiles comienza a estar en decoraciones de tiendas y en floristerías de barrio que se preparan para hacer casi su mejor caja del año. Probablemente solo superada por el día de la madre.
¿Y la muerte? ¿Cuál es nuestra relación con ella? A veces parece mentira que la religión católica (mayoritaria en España) considere que se pasa a mejor vida tras la muerte, porque no preparan a sus practicantes para que vean la dicha de traspasar ese umbral. Es cierto que el miedo es libre, y que nos gusta mucho la vida como para pensar que vamos hacia un mundo mejor.
Unos días antes de morir mi tía me contó que había visto una luz blanca muy fuerte y al fondo de un pasillo blanco muy luminoso se encontraban todos sus familiares: su madre, su padre, su abuela, mi padre, su prima, su vecina… todos sus muertos y gritaban su nombre. La llamaban para que se fuera con ellos. De repente se apagaron esas luces tan luminosas, ese resplandor tan blanco, y se encontró que iba en una camilla y unos enfermeros la llevaban corriendo. Vivió tan solo unos días más, quince o veinte, pero quería contarlo. Quería decírnoslo a la familia a todas horas. ¿Verdad? ¿Imaginación? ¿Miedo?
Yo, que tuve un diálogo con la de la guadaña hace un par de años, recuerdo que eso que cuentan de que se pasa tu vida por delante en un segundo, es mentira. Solo piensas que no respiras y que te estás muriendo, pero la vida se me iba en intentar respirar. Cuando he tenido cerca de la muerte a mis familiares ha sido distinto. Mucho más doloroso, unos por repentino; otros por tardío. Y algunos segundos eternos que nos quitan media vida aunque nos la devuelvan al instante. Esas imágenes son imborrables por mucho que queramos.
Hay ciudades de muertos mucho más chiquititas; en pueblos, en cementerios olvidados en poblaciones despobladas. Otras sepultadas por pantanos; algunas enterradas en lava volcánica.
Creo que lo más importante es llevarlos en el corazón, con lo bueno y lo malo. Y es importante también que sepamos que no somos eternos, que algún día (lo más tarde posible en las mejores condiciones posibles) todo acabará. Estar preparados para ello; vivir cada día como si fuera el primero y último de tu vida es fundamental para apreciar lo que tenemos y disfrutar de ello. Poner una sonrisa cada día y un toque de optimismo. Como dice Alice Kellen, “Quedará el amor”.
Bienvenido casi noviembre.