Sentimientos
David Foenkinos dice en Número dos: <<Hoy en día vivimos sometidos a la dictadura de la felicidad de los demás. O más bien de la presunta felicidad>>.
No pretendo aquí pintar el mundo idílico de los “influencers”, pero hay momentos en la vida personal que pueden con todo. Tanto si son buenos como si son malos. Pero parece que nos da hasta vergüenza confesar esa felicidad. Yo la comparto con vosotros.
Hace treinta y cinco años me convertí en madre. Mi madre murió hace tres. Y mi hija ha sido madre este año.
Esos acontecimientos te cambian la vida. Te hacen ser más consciente de tus sentimientos, de tu felicidad. Estoy aprendiendo con los años a disfrutar del aquí y del ahora. No rescato tanto el pasado. No pienso tanto en el futuro. Vivo lo que la vida me ofrece más al momento. Tal vez sea cosa de la edad. O de haber madurado de una vez por todas. No se debe perder el tiempo entre recuerdos y proyectos. Se nos olvida entonces que ahora mismo, en este instante, la vida pasa y la felicidad con ella.
Y entonces hay que agradecer. Dar las gracias a la vida por esa alegría que a veces te da miedo, pero que cuando la sientes con intensidad hace que la paz inunde tu día a día.
Quizá sea debido a que las arrugas de la experiencia te permiten observar que los hijos vuelven a casa a celebrar, a compartir, a disfrutar. Y esa alegría te emborracha de ternura, de felicidad. Porque no todo el mundo tiene esa fortuna.
En el día de la madre también mi recuerdo va hacia ella, a cuando fue madre antes que abuela, a su entrega y su energía por animarme a ser lo que hoy soy. Sin su amor incondicional nunca lo hubiera conseguido.
Hemos celebrado cumpleaños y maternidades. Hemos compartido felicidad. Y hemos sentido que sí, que la vida merece la pena cuando estamos unidos, cuando nos queremos tal y como somos.
Pienso que ser abuela me hace ser más madre y hoy solo quiero agradecer a la vida esta felicidad que me llena por completo y me emociona.