¿Qué tal mil euros?
—No. Mi tarifa son dos mil —contestó Irina—, pero solo te cobraré si tu marido se va conmigo. Los que me rechazan tienen premio. Es gratis.
Oí a una compañera del trabajo hablar de esta mujer y cómo la contactó en las redes sociales. Estaba orgullosa porque su pareja le contó cómo una extranjera se le había insinuado en una cafetería y él la había rechazado.
A ella le parecía retorcido hacer pruebas de fidelidad, pero no pudo resistirse.
Esa noche quería morirse cuando recibió dos mensajes en su móvil: «Ingresa dos mil euros» y «Reunión de última hora. Llegaré tarde».