<< Estamos en paz. Te pago una parte ahora y la otra mitad cuando la mates. Yo estaré fuera de casa todo el día. Seguro que te abre sin problema. Para eso somos amigos>>.
Y desde el bar de la esquina me marché al despacho con la extraña sensación del deber cumplido y la ilusión de poder empezar una nueva vida. Ni una gota de remordimiento en el estómago ni en el alma.
Tardé un poco más de lo normal en regresar. Seguro que mi amigo había cumplido. Me lo debía.
Me sorprendió encontrar la luz del salón encendida. Al abrir la puerta , desde el fondo de la habitación, con una copa de vino en la mano, Carla sonreía: <<Le pagué más que tú>>.