A veces la melancolía llama a tu puerta. Si es otoño, llueve y la música revoluciona tu cabeza solo es cuestión de tiempo que busques la libreta, el cuaderno o el ordenador y desnudes tu alma.
Serrat nos acompaña: <<Son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas en un rincón, en un papel o en un cajón>>. Os invito a escucharla en bucle:<<Nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve>>.
Las pequeñas cosas son las que nos mueven, nos invitan a vivir, a caminar día a día: la lluvia tras los cristales, las nubes dibujando formas sobre un cielo azul, el atardecer y los últimos rayos de sol, el final de un libro, el principio de otro… un mensaje de alguien querido, una llamada inesperada, un desayuno familiar, el recuerdo de un verano, la Navidad futura, un viaje próximo… una libreta nueva.
Como dice Hector Abad Faciolince en su última novela: <<Cualquier cosa que uno escriba sobre el corazón se vuelve imagen y metáfora>>. Por eso, las pequeñas cosas de la vida son nuestra poesía, nuestro motor, nuestra alegría.
Y el corazón nos acompaña con su palpitar cada día, incluso los melancólicos, en los que te escondes a llorar como Serrat, no sabes muy bien si de alegría, o de tristeza, o de las dos cosas.
A veces es sanador. Os recomiendo ver la película “Memorias de África” o “Los puentes de Madison”. Puedes llorar un montón sin dar explicaciones.
Y te quedas como nuevo. Son aquellas pequeñas cosas…