Banal es un adjetivo que significa trivial, común, insustancial según la RAE.
Pues yo en verano me vuelvo trivial, común, insustancial.
Me gustan las cosas triviales, comunes, insustanciales.
Adoro pintarme las uñas de los pies. Hace años, no muchos, era incapaz de llevar sandalias. Me daba vergüenza enseñar los dedos que ocultaba en alpargatas de esparto o zapatos de verano. Una de las cosas que te dan los años es que dejas de avergonzarte por tonterías. Y ahora, que tengo más experiencia de vida, adoro pintarme las uñas de los pies. Banalidades.
Otra banalidad es perder el tiempo. Es algo insustancial. Tal vez preocupante en otros momentos de mi vida. En verano debería ser una obligación perder el tiempo. Un ratito todos los días. Unos minutos, quizá. Otorga cierta felicidad. De pequeña me costaba entender el cuento de la cigarra y la hormiga. El verano era para holgazanear. Un poquito. Siempre había que hacer algo. Y yo empatizaba con la cigarra, pero no era políticamente correcto.
Algo trivial es navegar por el móvil y apuntarte a un juego de sumar números, crear palabras o encontrar cifras semejantes. No sirve para nada. Algunos dicen que entrena la mente. Pero no. Estoy convencida de que es banal, insustancial, poco productivo y tonto. Pero me encanta perder el tiempo en sumar cifras que llegan a diez aunque no entienda el procedimiento del juego. Da igual. Banalidades.
Podría aburriros contando cómo dejas un libro interesantísimo a un lado y te dedicas a mirar al infinito. O cómo te encuentras en los veranos de pueblo a amigos que no ves en años, y hablas, por supuesto, de banalidades. O cómo cierras los ojos y meditas sin meditar.
Pero queridos míos, las banalidades son para el verano.
P.D. Seguro que este otoño/invierno vendrán tiempos oscuros. Disfrutemos del verano y las banalidades.