No somos conscientes de nuestra edad física, esa que pone en el carné de identidad hasta que la realidad te da una bofetada.
Iba yo tan pichi en el metro el otro día y al hacer un transbordo el vagón estaba relativamente lleno. Me agarré a la barra y no saqué el libro. De repente, un señor se levantó para ofrecerme el asiento.
¡Ni embarazada me habían ofrecido que me sentara! Al menos, yo no lo recuerdo. Pero sí me impactó que me lo ofrecieran ahora.
No sé si estoy preparada para el cambio de década. Tampoco me importa. Es un número. Una fecha más. Por supuesto que lo celebraré. Siempre me han gustado los cumpleaños, pero tal vez debería ir adecuando cómo me ven los demás; no sólo lo joven que me siento yo.
Agradecí la intención, pero no me senté. Lo más importante de los años es poder cumplirlos así que tenemos que estar orgullosos de que caigan en la cesta cada año uno más, o dar una vuelta más al sol como se dice ahora.
Probablemente estoy en edad de que me cedan el sitio, pero los sesenta de ahora no son los de nuestras madres, y no digamos los de nuestras abuelas.
Ahora vestimos, pensamos y sentimos con un temperamento más joven, con una mentalidad más abierta, con unas ganas terribles de vivir y disfrutar. En las generaciones anteriores llegar a los cincuenta casi era pasar a la tercera edad. Mi padre, optimista por naturaleza como yo, al cumplir setenta decía que era <<Un señor de cierta edad>> con esa indefinición propia que da la sabiduría.
Muchos han escrito sobre el paso del tiempo, sobre cómo sobrevivir a él o cómo no dejarse influir por todo lo que conlleva cumplir años, tanto bueno como malo. El aprendizaje no debería acabar nunca y creo que urge aprender sobre saber vivir cada día después de una edad. A veces por miedo, por soledad o tristeza, no asimilamos lo bello de cumplir cada día un día más, de respirar y ver un cielo, una montaña, un mar, un amigo, un amor… Deberíamos aprender a vivir cada día como si fuera el primero y el último. Deberíamos sentirnos niños cada día un ratito, para contagiarnos de esa ingenuidad que es vida.
Hoy no os recomiendo lecturas sobre el tiempo. Sólo una película: ‘Una cuestión de tiempo’ de Richard Curtis. Es un homenaje a las segundas oportunidades para poder ofrecer lo mejor de nosotros mismos. Una comedia romántica que todos deberíamos ver. Si no lo habéis hecho, buscadla. Será un rato fabuloso.
Feliz verano