Supongo que dependerá de tu amor por la naturaleza y tu curiosidad ante la singularidad del hecho.
La relatividad del tiempo es fundamental en estas cuestiones. Recientemente, en un viaje a la #montañapalentina, descubrimos entre sus muchas rutas de senderismo y sus muchas iglesias románicas la #sendadelroblóndeestalaya. Podéis comprobar lo que es un roblón: un roble albar extraordinariamente grande, con un perÍmetro de casi diez metros y un diámetro de más de tres metros.
¿Había muchas personas recorriendo la senda para ver el roblón? Dos: mi marido y yo. ¿Había gente de turismo por la zona? Sí. Tal vez no demasiadas personas, pero ¿no interesaba a nadie más?
Se le conoce como el Abuelo y simboliza la fortaleza y la majestad. Continúa ofreciendo su fruto, las bellotas, a pesar de que su edad estimada es de casi mil años.
No puedo evitar los paralelismos, el respeto a la edad adulta, a las opiniones de los mayores. ¿No estamos dispuestos a “perder el tiempo” escuchando a nuestros sabios?
Me parece imprescindible en este siglo XXI tecnológico e impersonal que aprendamos a valorar ese paseo por el campo, esa subida que a veces hace perder el resuello, ese escuchar cantos de pájaros, ese no pensar en nada sino en llegar al objetivo y contemplar la historia. Belleza. Saber parar el reloj y contemplar la belleza.
Pienso en la cantidad de ojos que habrán presenciado ese crecer de ramas, ese nacimiento de hojas, ese paso del tiempo. Y me emociona pensar en las personas que sí consideran importante dedicar unas horas de su vida a contemplar un ser vivo singular.
La paz que otorga su visión contrasta con los titulares de las últimas horas: “El comienzo de la Tercera Guerra Mundial”. Si las personas que toman esas decisiones sobre la vida de las personas se pararan a observar un árbol de casi mil años seguro que no estarían pensando en acabar con la humanidad.