Parece mentira lo que hacen unos días de vacaciones. No ves telediarios, no escuchas la radio, no lees periódicos, y si me apuras, no miras ni los titulares en redes sociales. Eso es desconectar.
Eso que últimamente no hacemos. Estamos conectados a la información, que no siempre es veraz y que corre a un ritmo vertiginoso y despiadado. Lo que se nos ofrece es una compra “al por mayor” con cheque de caducidad instantáneo.
Y seguimos cayendo en la trampa. Y damos todas las noticias por buenas. Y no seleccionamos nada.
Por eso, tener la oportunidad de no estar pendiente de qué pasa, cuándo pasa o por qué pasa… Sumergirte en lecturas que no tienen que ver con el día a día, que tan solo (¡tan solo!) invitan a reflexionar, a relajar la mente, a aprender, a entretener… Es un privilegio. Quizá sólo de unos pocos. Y yo lo agradezco.
Esa suerte de desaparecer del hoy y el ahora, del pasear sin rumbo ni objetivo, de dejar la mente descansar de la vida, sus carreras y ajetreos, es un auténtico regalo para los sentidos.
No más titulares por unos días. Un paréntesis de vida. No es necesario irse al Caribe. Aquí al lado es posible. Desenchufa los cables. Desconecta los móviles.
Dedícate a sentir, aunque sea por unas horas, un poco más de ti.