Con ocho años quería ser médico, con dieciséis fotógrafa y con treinta y dos me había licenciado en filología hispánica y trabajaba como documentalista.
Siempre me gustó leer y escribir, el mundo de la cultura: teatro, cine, exposiciones, arte…
Incluso cuando yo era muy muy joven, me tentó el mundo de la política. Por razones familiares era un tema que no estaba bien visto. A mi tía materna la fusilaron nada más acabar la Guerra Civil dentro de las represalias franquistas de posguerra.
Pero hay momentos en los que me alegro de no formar parte de esa historia. Os invito a leer el artículo de Antonio Muñoz Molina en #El País del 16 de marzo. Se titula “La cara de la vergüenza” y no puedo estar más que de acuerdo con él.
Cada vez escucho menos la radio y veo menos la televisión. Pienso en lo que pensarán las generaciones futuras de lo que hemos hecho en este siglo XXI para ser capaces de mantener unos conflictos bélicos que hacen que mueran miles de personas, que otras miles tengan que abandonar sus hogares y otras miles fallezcan por hambre o falta de atenciones médicas.
Nuestros políticos siguen jugando al “Y tú más” en vez de preocuparse por solucionar los problemas de la ciudadanía. Dentro de unos años, nuestros herederos, o los herederos de nuestros herederos sabrán que todos eran corruptos en mayor o menos medida, por apropiación indebida o por mirar hacia otro lado. No entiendo cómo todos tiran la primera piedra si al final acaba rebotando a todos.
Y todo parece que se soluciona convocando elecciones, que son locales, pero los partidos políticos las considerarán nacionales si les interesa. Da igual la emisora de radio o cadena de televisión o titulares de internet que no se pasen la pelota unos a otros con lo mal que actúan los contrarios.
Por eso me ha impactado, “La cara de la vergüenza”, porque todos tendríamos que sentirnos avergonzados por nuestra clase política, en general, independientemente de partidos y colores. Porque alzando la bandera la de la ética acaban siendo corruptos. Porque no son capaces de construir. Porque sólo destruyen.
Y miro de reojo a las elecciones americanas y dan ganas de salir corriendo. Y Putin ganando porque nadie se atreve a moverse, porque el que se mueve no sale en la foto y acaba en el cementerio.
No es la mejor manera de cerrar un domingo por la noche, así que le daremos la vuelta y nos sentiremos agradecidos porque los nuestros están bien, porque nos queremos y nos cuidamos, y atendemos a nuestros vecinos y nos alegramos por un triunfo en el tenis de un jugador al que los agoreros enseguida le dan por muerto y probablemente nos seguirá dando muchas alegrías muchos domingos por la noche.
Pongamos en positivo la semana. No encendamos la radio, ni la tele. Internet lo justo. Y leamos, paseemos o visitemos exposiciones y museos.
Ahora mismo leo “Baumgartner” de Paul Auster, “Escritoras” de Carmen G. de la Cueva y Ana Jarén, “Las señoritas” de Enrique Andrés Ruiz y acabo de terminar “Persuasión” de Jane Austen y “El extranjero” de Albert Camus.
Lecturas diversas y bellas. Os contaré a la semana que viene mis previsiones para leer en Semana Santa, que pasan por viajar a París a través de los libros. Mi destino será más cercano, entre montañas, para reflexionar una vez más sobre el maravilloso mundo de la literatura que te permite escapar de ese día a día que se está volviendo cada vez un poquito más feo.
Felices lecturas.