Su secretaria le confirmó la cita. El lunes próximo tendría que firmar los papeles.
Miró la fecha en el calendario y se preguntó por un momento cómo había llegado hasta allí, cómo habían llegado hasta allí. Noviazgo, amor, una casa, tres hijos… Tal vez nunca tuvieron un proyecto en común. Hicieron lo que se suponía que tenían que hacer: casarse, reproducirse y malvivir.
Porque eso es lo que habían hecho los últimos años. Ni se habían querido ni habían vivido.
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Cuando entró en el despacho enmoquetado tutelado por su abogado y la vio a ella sentada, seria y distante, acompañada de su abogada pensó por qué le había incomodado la fecha de la convocatoria para firmar los papeles del divorcio.
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Ese lunes era su 25.º aniversario de boda.