Los primeros compases de la banda iniciaron las fiestas.
Después de casi dos años sin música, nos querían sonar al paraíso, pero don Jacinto no conseguía entonar el “chundarata”.
Paró a los músicos con un ademán sombrío y comenzaron a tocar de nuevo.
Del trombón salió despavorido un gatito negro, causante del desatino. Ahora sí.
Todos se dispusieron a cantar y bailar.
Habíamos superado lo peor.