Como todos los años, el 1 de noviembre por la noche se reunían los de la última fila. Comentaban lo limpias y bonitas que estaban sus casas, recordaban las visitas que habían tenido y animaban a los que se habían quedado solos, sin flores y sin acompañantes.
Pero esa noche, Clara, la de la última tumba decidió irse con los de la fila de enfrente. Y él se puso muy triste.