No podía creérmelo cuando llegó el mensaje al móvil. ¿Cómo tenían mi número? Otra vez el mismo lugar. Había olvidado esa dirección en mi mente. Habían hecho todo lo posible para que la olvidara. No me traía más que malos recuerdos. En alguna noche de pesadillas volvía a aparecer el mismo rascacielos. La misma Planta. La misma puerta. ¿Era necesario que el encuentro fuera ahí? El mensaje había sido escueto. Un lugar y una hora. Además, una advertencia: <<No se te ocurra huir>>.
Una vez fue escenario de un momento importante de mi vida. Importante y doloroso. Pero aquello forma parte de un pasado que algún día habitó en mi mente y que ya no existe. Apenas recordaba el lugar. Un torrente de sensaciones me agita y me devora desde que llegó ese mensaje anónimo. ¿Me borraron los recuerdos? ¿Cómo pudieron hacerlo? ¿Qué quieren ahora? ¿No les bastó con anularme, con encerrarme en vida?
Planta 48, puerta 24, no pensaba tener que volver aquí de nuevo. Mi amor me citaba siempre en este lugar secreto. Porque fue mi amor. Porque yo le quise más que a mi vida. Porque nunca dudé de nuestros sentimientos. Porque destrocé mi mundo por él. Porque no he vuelto a ser la misma desde entonces. Porque mi nube interior ha ganado a mi cielo. ¿Cuánto tiempo ha transcurrido? ¿Cuántas veces cuarenta y ocho ha recorrido el calendario mi memoria, mis días?
Pero ahí estaba yo. A las puertas de nuestro rascacielos, dudando si tomar el ascensor y ver qué me deparaba el futuro. La fachada era distinta. El edificio parecía nuevo. Recién remozado. No existían los viejos elevadores. El vestíbulo parecía más grande. Habían plantado árboles en su interior y abierto ventanas al exterior. Era imposible ver el final de los techos. En nuestros tiempos cada puerta escondía un lugar seguro para encontrarse con un amante prohibido.
CONTINUARÁ…