Y no pude evitar sentirme nerviosa y atormentada; revuelta y emocionada. Un lugar se fue haciendo paso en mis silencios. Un ascensor. Un pasillo. Una planta. Una puerta. ¿Quién me convocaba a mí como si fuera él? En la planta 48. En la puerta 24. Casi cinco años después. ¿Por qué? a mí también me mataron ese día. No volví a mi vida. No había vuelto a saber nada de mi marido ni de mis hijos. ¿Tenía marido e hijos o era también imaginación mía? Allí estaba dudando si subir a la planta 48 o salir huyendo a pesar de la orden. Miedo. Tenía miedo. El tiempo transcurrido era un segundo. Acababan de matarlo. Entraron cinco hombres rompiendo la puerta del apartamento 24. Y dispararon. Estoy segura de que dispararon. Y la sangre, y los gritos, y las sirenas. Lo recuerdo bien.
Igual que recuerdo el ascensor cuando se abre la puerta ante mí y pulso el botón de la planta 48. Esa luz temblorosa y mortecina ahora era brillante y descarnada. Todo parecía igual y distinto. Yo estaba viva y a la vez muerta.
¿Era el Diablo que había venido a vengarse de mí por no haber sido yo la que le entregara a ese hombre lleno de poder, vanidad y odio que llenaba pantallas de televisión? ¿eran los hombres que me sacaron a rastras del apartamento? ¿Quién pagaba mis cuentas? ¿Quién controlaba mi vida?
Al llegar al apartamento 24 la puerta estaba entreabierta. Temerosa, la empujé con mi mano derecha y al abrirse ahogué un grito, porque él, el presidente, el hombre al que yo había visto asesinar en la planta 48, en el apartamento 24 de las Torres Gemelas, estaba adelantándose en mangas de camisa,: la chaqueta y la corbata sobre la silla de la entrada como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si los 48 y los 24 multiplicados por años, por meses, por días, no fueran ciertos. Como si hubiera sido un sueño o una pesadilla. Y él me sonreía como siempre, y me acercaba una copa de cava con esos ojos, con esa boca… tan vivos, tan irreales.
En el momento en que se aproximaba a mí y yo iba a sucumbir una vez más a mi doble vida, a mi abandono como mujer y persona, justo en ese instante la numerología volvió a hacer de las suyas y la torre gemela de enfrente se partió en dos tras el impacto con un avión que estallaba en llamas. Por instinto de supervivencia salí corriendo escaleras abajo desde la planta 48mcomo si el Diablo mismo me pisara los talones. Al igual que yo aparecían personas desde todos los apartamentos, desde todas las plantas. Bajábamos en tromba para intentar salvar la vida.
Hoy, en la habitación 14 de la planta 4 de la sección octava de la Residencia General Psiquiátrica recuerdo vagamente que el presidente murió en el atentado de las Torres Gemelas.