Para mí los miradores son aquellos lugares especiales que encuentras en una ciudad o en un pueblo, en una montaña o frente al mar. Esas imágenes que se quedan grabadas en tu corazón y recuerdas en momentos de nostalgia, de soledad, de tristeza o de alegría por igual.
Las definiciones del diccionario son divertidas:
<<Que mira>>.
<<Corredor, galería, pabellón o terrado para explayar la vista>>.
<<Balcón cerrado de cristales o persianas y cubierto con un tejadillo>>.
<<Lugar bien situado para contemplar un paisaje o un acontecimiento>>.
Esta semana pasada estuve en uno de esos miradores que se han hecho famosos. Últimamente en la capital de España está más de moda que de costumbre subir a una terraza y tomar algo en una cafetería o restaurante con vistas. Reconozco que es bonito si no fuera porque al convertirse en una atracción turística más se desvirtua la belleza de las imágenes o el instante de disfrute con las personas con las que acudes.
Tuvimos la suerte de conseguir una mesa (de la cual quisieron desalojarnos en múltiples ocasiones) en una esquina con vistas privilegiadas a los tejados de Madrid. No nos hicimos la foto típica que mira por el balcón transparente del hotel Riu Plaza España, pero fue una experiencia tomar un café disfrutando de la primavera anticipada de este invierno en Madrid.
Me hizo recordar otros miradores de mi vida a los que me gustaría volver: a la playa de Mazagón en Huelva desde su camping; al mirador de los viñedos en La Guardia, en la Rioja; a los tejados de la Catedral de Santiago; al campanile de Florencia; al anfiteatro de Taormina; la torre del Pirulico en Mojácar; la torre de comunicaciones en Berlín; el mirador del teleférico de Fuente Dé; el templo del sol en Camboya; el Empire State Building, o el edificio de Telefónica en la Gran Vía madrileña…
Lugares todos que invitan a cerrar los ojos y grabar en el alma esos instantes de felicidad o placer mientras vivimos esas experiencias. Puede que nunca vuelva a esos lugares mencionados, pero cuando la tristeza, la ansiedad o el desasosiego acecha en alguna noche de insomnio, no hay nada más bello que desplazar la mente por esas imágenes y revivir lo que hicimos contemplando el mar, la montaña, los edificios, las ciudades…
Pienso en el privilegio de viajar y vivir otras vidas, en recrear esas situaciones en personajes de mis novelas y soy feliz.