Como cada día se levantó, se dio una ducha y se tomó su café con leche. Últimamente no tomaba fruta por la mañana. Le daba pereza.
Tampoco dedicaba tiempo a comprarla. Iba andando al gimnasio y bajaba al espá. No tenía ganas de hacer ejercicio. Allí se quedaba mirando al infinito sin decir palabra mientras las burbujas le acompañaban. Fijaba su vista en las mujeres que entraban y salían. A veces de forma demasiado directa.
Después volvía a ducharse y regresaba a casa con aire cansado. Apenas comía.
No tenía ganas de cocinar.
Tampoco había vuelto a leer un libro. No sabía qué hacer con ellos.
No le apetecía ni encender la televisión.
Llevaba meses sin ver un partido.
Los mismos desde que ella murió.