Los domingos por la tarde suelo hojear el periódico del día con su suplemento dominical. Me ayuda a encontrar esos comentarios escritos sin prisa por autores que me gustan. Si he querido enterarme de las noticias está claro que no me vale. Escucho la radio o la televisión.
Pero la portada y las primeras páginas son de internacional, y asustan: «Golpe al símbolo de la invasión rusa en la peor hora de Putin». «La explosión en el puente de Kerch pone en riesgo la logística de Rusia». «Occidente se toma muy en serio las amenazas nucleares de Putin». (El País,09/10/20122)
Para colmo, leo a mi querido #ManuelVicent que escribe: «Más allá de las cosas bellas de este mundo, más allá del arte y del esplendor de la vida existe un horizonte nuclear. No invoques al lobo. Las palabras son magnéticas y atraen a la realidad. Si pronuncias su nombre, la bomba atómica llegará». (El País,09/10/20122)
De pequeña, en el colegio había dos temas que me asustaban siempre: la llegada de los extraterrestres y la tercera guerra mundial. Cosas de niños. Y de tener una imaginación muy libre. No era lo habitual en mi entorno, pero yo ya leía mucho y me interesaba la política y la literatura.
Me pasé los meses anteriores al verano pendiente de la invasión rusa y la guerra de Ucrania. Seguía incluso por Twitter comentarios y declaraciones. Tengo amigos ucranianos que acogieron a compatriotas en su casa. Pero si te obsesionas con la guerra, vives en guerra, aunque estés a muchos kilómetros. Las consecuencias de esa guerra las sufrimos todos, pero probablemente más quien menos tiene. Las subidas de la energía, los alimentos, las infraestructuras, son daños colaterales de ese conflicto, pero algunos somos privilegiados dentro de la crisis. Yo comenté entre mi círculo que el otoño sería complicado, que había que disfrutar del verano… esos titulares ya comienzan a dar miedo.
Seguimos con nuestras vidas, con nuestros proyectos y nuestras fechas señaladas en el calendario: viajes, teatro, cenas con amigos, médicos, presentaciones… y si estudiamos la Historia reciente deberíamos tener miedo. Quizá por estar en manos de un loco. O de muchos.
Pero el viernes paseaba por la plaza Mayor de Madrid, por la Gran Vía, por la plaza de Santa Ana, y el mundo estaba vivo. Vivo y feliz. La gente reía, tomaba cerveza o vino en las terrazas y disfrutaba del sol de otoño. Veo a @almudena.ariza en televisión y la sigo en las redes. Me pongo en su piel por unos minutos, y me da pavor.
Pero como muchos, mientras la guerra no se declare en Europa, mientras el loco no apriete el botón, prefiero disfrutar no sé si de días, meses, momentos… Tenemos tantas ganas de vivir que cerramos los ojos a lo que tal vez sea inevitable. O no.
Deseo con fuerza que pueda evitarse. Que en algún momento haya cordura.
O que un Bruto ayude a la causa liberándonos del lobo.