¿Qué es el verano para ti? ¿Qué recuerdos te trae? ¿Qué esperas de este verano?¿Haces proyectos especiales para el verano?
Según la RAE, la primera acepción de verano es: ” Estación del año que, astronómicamente, comienza en el solsticio del mismo nombre y termina en el equinoccio de otoño”. También: “Época más calurosa del año, que en el hemisferio boreal corresponde a los meses de junio, julio y agosto, y en el austral a los de diciembre, enero y febrero”.
Definiciones muy académicas pero el verano es mucho más que todo eso. Es sentimiento de libertad, de alegría, de ilusión, de proyectos, de vivencias…
Recuerdo mis veranos de niña, ya consciente, con seis o siete años. Mi padre no tenía coche y teníamos la enorme fortuna de disfrutar de unos días de vacaciones en el mar, en la playa. Teníamos pueblo, pero nuestros abuelos no vivían en él, asi que no teníamos casa a la que ir, y cuando a mi padre le empezaron a ir las cosas un poco mejor en el trabajo, pudo regalarnos unos días de vacaciones. Mis veranos son sinónimo de vacaciones. Viajar a Alicante en tren. No teníamos coche. Ni siquiera un seiscientos. La primera noche íbamos a la playa vestidos todavía como en Madrid mi hermano y yo y nos descalzábamos y subíamos los pantalones para pisar una arena todavía templada y meter los pies en el agua fría de la noche.
Es una de las sensaciones más bonitas que recuerdo. Para mí el verano es ese meter los pies en el agua por primera vez después del invierno. Una fanta de naranja. Olor a crema Nivea. Y arena. Por todas partes. Pegada a la piel como si formara parte de ti.
En la adolescencia los veranos podían llegar a ser tristes. Te separabas de tus amigos. Y entonces no había teléfono móvil… Escribías un par de cartas a cada amiga y con un poco de suerte alguna escribía como tú. Tenías que tener papel, bolígrafo, sobre, sello, un buzón donde echar la carta y la dirección exacta del destinatario. Era importante poner bien el remitente si querías que tus amigos te contestaran. Normalmente eran chicas. Éramos demasiado pequeños para pretender escribirnos con el chico por el que bebíamos los vientos.
Después llegaron los primeros viajes. Sin padres. Con una libertad recién estrenada pero bajo fianza. No disponías de medios económicos para poder sentirte libre del todo y todavía todo era cuestionable. Las verdades a medias y las mentiras inventadas para conseguir que un viaje de dos fuera de veinticuatro y un hostalito íntimo fuera la casa de los padres de una amiga.
Vuelves la vista atrás y recuerdas los lugares donde dormiste, los sembrados donde plantaste tu tienda, los apuros para encontrar cama en un hostal al que llegabas a las siete de la tarde… o los bares donde te aseabas por la mañana tras dormir en una playa apartada de un pueblito del norte donde las gaviotas te despertaron y tú soñaste con un mundo feliz.
Después vinieron viajes organizados con más o menos gente, más o menos planificación, más o menos improvisación. Y sobre todo aquellos que improvisados fueron lo mejor en mucho tiempo porque te hicieron feliz.
Recuerdo mis primeros veranos con hijos, que hubiera querido que duraran meses, y no podías disfrutar de más de veinte días en la oficina. Enseñarles el mar. Hacer castillos en la arena. Jugar a las cartas. Comer helados o cantar canciones. Inventar historias y leer cuentos. Ahora los veranos los distribuyes en semanas. No imaginas quince días seguidos fuera de casa.
Sí. Los veranos son viajes. Encontrarte con amigos. Conocer sitios. Hablar con gente distinta. Ver museos. Visitar iglesias. Comer comida diferente. Observar. Sentir. Caminar por la vida con la mente abierta, aunque no salgas de tu barrio. Ser optimista. El sol invita a ello. A veces también las tormentas.
Y leer. Leer historias bonitas. Que te hagan sonreir. Que te hagan poner ilusión en tus ojos. Que te hagan viajar a sus páginas. Que te hagan sentir como sus personajes.
Y después, escribir. Porque para eso están los veranos. Escribir cartas a los amigos. Sí, sí. De esas de verdad. De papel, bolígrafo, sobre y sello. O un mensaje. Un correo electrónico. Y escribir para ti. Para contarte que este verano será tu verano. Que serás un poquito más feliz. Porque las buenas noticias en verano se disfrutan más. Porque una copa de vino sabe mejor. Y siempre puedes contarlo y transmitirlo a los demás.
Esta es mi carta para todos. Para desearos un feliz verano. Felices viajes. Felices lecturas. Feliz escritura. Feliz vida. Porque cada día cuenta.