Regreso a Barcelona en una escapada rápida. Solo he vivido en dos sitios en mi vida: Madrid y Barcelona. Después de casi cuarenta años la ciudad y yo somos distintas.
Primero, la emoción de las personas. El inexorable paso del tiempo duele y la vejez hace que los que fueron, dejen de ser, que pasen a ser otras personas, que mos olviden al momento de reconocernos.
Después, los lugares bonitos. Aquellos que siguen intactos y que al verlos nos recuerdan la importancia de volver a donde fuimos felices un día. La Barcelona gótica, las calles que permanecen inamovibles, la preciosa Catedral del mar que nos recuerda su novela, su historia, alzándose al cielo con luz maravillosa.
Y el mar, siempre el mar. Tan cambiado el paseo marítimo desde las olimpiadas, tan diferente la playa, los hoteles, las infraestructuras. Ahora la ciudad se abre al mar y la luz de la Barceloneta entra en sus calles.
La Sagrada Familia, que quizá no vea terminar, como las antiguas construcciones medievales. El avance en estos años ha sido grandioso. Disfrúté de su bosque interior, de su luz, de su música. ¡Qué mente prodigiosa y adelantada a su tiempo imaginó tales florituras. Una basilica alegre. Sensaciones de belleza, de plenitud. Gaudí fantástico.
Y el mercado de la Boquería, convertido en comida rápida para llevar, donde cuesta encontrar una parada tradicional. Decepción absoluta con un espacio que recordaba con mucho cariño. Demasiada gente. Mercado muy diferente. No todo es mejor con el tiempo.
Las ramblas en obras, media ciudad de Barcelona en obras, y todo abierto a casi todas las horas. Mucha gente. Muy diferente de la Barcelona que conocí, que amanecía tan pronto como se cerraba por la tarde. Es como Madrid: abierta 24 horas.
Y la casa donde viví… ahora es un parque. Subimos y bajamos la calle. Pero no estaba. Tampoco la librería ni la panadería. Tampoco las caras conocidas. Ha pasado mucho tiempo. Quedan, eso sí, los recuerdos. Las puertas pintadas en aquella casa llena de ventanas y contraventanas, con techos de mas de cuatro metros y sabor antiguo. También las torrijas disfrutas en esas paredes. Y la vida que pasó cuando decidimos abandonar la ciudad.
Siempre que eliges un camino en la vida renuncias a muchos otros. La vida habría sido distinta si no mos hubiéramos ido. Pero es bonita ahora que hemos vuelto.
Cierro con llave los recuerdos catalanes. En mis dos primeras novelas Cataluña ha tenido siempre un lugar. Siempre con cariño. Mis personajes siempre se han movido en los dos mundos. Podéis comprobarlo en #Líneasparalelas y en #Ylavidasedetuvo, las dos en Amazon.
Volveré. Siempre es bonito volver a los lugares donde fuiste feliz.