Realmente el comienzo del año es septiembre. No, no es la primavera; ni empieza tras tomar las uvas. El renacer de nuestra vida es cuando volvemos a la rutina tras pasar (afortunados de nosotros) unos días de merecido descanso, de desconexión o simplemente de holgazanería (¡Qué bueno es vaguear y no hacer nada de vez en cuando!).
Después de ese tiempo muerto de reflexión (o no) que se produce en nuestras vidas como si jugáramos un partido de baloncesto y necesitáramos parar unos minutos para reconcentrarnos en lo que está por venir, volvemos al día a día, a los libros del colegio o a las novedades editoriales… al gimnasio o a la intención de apuntarnos; antes también regresábamos al paraguas, a la gabardina y a las tardes de lluvia. Con el cambio climático tendremos que esperar al menos a octubre.
Cerramos un tiempo de ocio y abrimos otro de proyectos. Si bajas tus párpados todavía recuerdas en la distancia el olor a mar, a montaña, a museos nuevos o a calles desconocidas, y a la vez piensas en forrar los libros, comprar una última novedad o ver qué estrenos hay de cine.
Piensas en ver a los amigos que tras un tiempo incierto quedan todavía por abrazar. Escribes en un nuevo cuaderno o retomas ese conato de novela que un día esbozaste. Te apuntas a un curso, a un congreso, a una visita guiada… y sueñas con ese próximo viaje al que ya tienes ganas de poner fecha y comprar billete.
Es la vuelta al cole. Es septiembre. Es mi mes favorito.
Disfrútalo. Yo ya lo hago.